Fiesta eterna para todos los martes.

La música sonaba, como de costumbre, estridente... Mi copa me invitaba a la pista, en tanto que Sonrisa de Mariposas se vio entretenido con la conversación de un fulano que se le acercó.

Algo me pareció peculiar en el rostro de mi acompañante. Un no sé que de espanto que se caía por las comisuras de los labios. Un color frío que destilaba en sus pestañas.

Me acerqué y le pregunté que era lo que sucedía...

- Se murió hace pocos días....
- ¿Quién... de qué hablas? -Pregunté algo confuso...
- Mario... El bicho se lo comió de a poco... -Musitó.

La música se apagó en mi cabeza, para dejar entrar otras del pasado.
De pronto, vi desde el otro extremo del local, aquel muchachito de ojos azules, posado -como de costumbre- en una esquina de aquel viejo bar, mientras me alzaba su lata de cerveza como señal de saludo como todos los martes. Por cierto, muy puntual.

Hoy la muerte lo convocó a su fiesta eterna de la cual, Sonrisa de Mariposas y yo nos alegramos de no formar parte...