Después del traslucido retorno -como que aquí no ha pasado nada, luego de un año de estar separados- al otro lado de la pared, duermes medio con un ojo abierto y otro cerrado.
Puedo adivinar la tirria que te produce el sonido del teclado, mis contactos del MSN… Mis visitas a los blogger y de los que deambulan en el mío…
Nunca dices nada…
(Alguna mala costumbre tuve que adquirir en esos días de abandono…)
Ayer debajo del parrón, después de mi bloqueo estratégico ante tu inminente huida, estallaste.
No crees en mi conversión, desconfías de las amistades que se me acercan a saludar… No crees en las miradas furtivas que me profieren en el ritmo sandunguero de los antros capitalinos y temes por mis silencios, mis distancias…
Esa fue la única vez que pude intuir que te importaba realmente… Te abrasé y en la mitad de mi ternura, sentí caer unas gotas de lluvia en pleno verano…
Ya ha pasado un año desde que escribí esto… Y hoy yaces en los brazos de otro, feliz de estar feliz por mi ausencia de ti…